domingo, 7 de febrero de 2010

cuentos del 14.01.10


Palabras: alcohol, invisible, libertad, idiosincrasia, perdidos, duda

YUN

Cuando el sol se escondió detrás de los edificios Yun supo que era la hora de volver a casa. Por el camino fue pensando las noticias que iba a contar a sus compañeras ya que, todas las noches, se reunían después de cenar y ella les relataba lo más interesante que había logrado descubrir ese día. De esta manera, todas aprendían cosas nuevas y, por ello, habían conseguido ser la colonia de hormigas negras más culta de todo el parque.

Yun era una hormiga obrera común pero, estaba exenta de trabajar buscando comida, porque nació con la cabeza más grande de lo normal y, cada vez que cogía una miguita de pan, basculaba hacia adelante necesitando la ayuda de, al menos, dos compañeras para incorporarse. Por esta razón, la colonia de hormigas decidió que no trabajase e invirtiese su tiempo explorando el entorno. Esta libertad extra molestó a algunas compañeras que quisieron putear a nuestra querida amiga minando con dudas la decisión previamente tomada pero Yun, que era bastante lista, les puso un poco de alcohol en las miguitas de pan y , cuando fueron a protestar, ni se acordaban de qué querían decir, anduvieron dando tumbos y estuvieron perdidas durante dos días. Nadie supo nunca que había hecho desaparecer a esas petardas pero, lo que sí es cierto, es que la colonia, durante el tiempo en el que estuvieron ausentes e invisibles, descansó gratamente.

Yun llegó al hormiguero contenta. Se lavó su supercabeza y las antenas y se fue a cenar. Hoy tocaba una miguita de pan de bocata de chorizo y otra de donuts. ¡Qué rico!

Cuando todas terminaron, Yun comenzó a explicar lo que había aprendido ese día.

- Hoy en el parque subí por la pata de un banco y escuché hablar a dos niños.

En el cole les habían puesto deberes y los estaban haciendo allí. Hay una palabra nueva que debemos aprender. Es “idiosincrasia”. El profe les dijo que la buscasen en el diccionario pero, ellos dijeron que no hacía falta porque está claro que idiosincrasia quiere decir: idiota y sin gracia.

Y así fue cómo la colonia de hormigas negras más culta de todo el parque incorporó, a su ya amplio vocabulario, la palabra idiosincrasia. Y colorín colorado este cuento se ha acabado.

Alice Verger


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EL REENCUENTRO

Allí estaba yo, en un lugar extraño, muy lejano a mi hogar, en el que sólo podía sentir añoranza. Decidí que en vez de seguir siendo una pieza invisible en ese puzle, debía empezar a dejarme llevar e internarme en la idiosincrasia de sus gentes.

Entonces es cuando entré en aquel tugurio oscuro en el que parecía que nunca había entrado un haz de luz. Apestaba a alcohol y a tabaco. En ese momento le encontré.

Aquel hombre que apoyaba su codo en la barra esperando un triste vaso de whisky barato, me resultaba familiar.

Estuve esperando hasta que apuró su copa y me sobrevino el impulso de seguirle. Y así lo hice. Anduve tras él por aquellos callejones oscuros de la ciudad. Entonces me asaltó una duda: ¿Había valido la pena todo aquello?. En ese momento, miré la pared que estaba frente a mí y leí: calle Libertad. Mi cara cambió de color repentinamente cuando verifiqué lo que tanto temía, y a la vez ansiaba…Ese hombre se trataba de mi padre, al que había estado buscando durante años y del que sólo conocía su calle, pero no la ciudad en la que habitaba.

Lo más vergonzoso de todo era que no tuve el valor suficiente para llamar a su puerta. Me sentía perdido ante aquella situación tan dantesca.

Finalmente decidí volver a la habitación de mi hotel. Después de una larga noche de insomnio concluí que debía enterrar el pasado, de la misma forma que él había enterrado el poco recuerdo que podría tener de mí.

Bethlehem Martinson


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INVISIBLE

Desde el inicio de los tiempos, la humanidad nunca ha dejado de preguntarse, ¿Qué es la libertad? Muchos filósofos, litros de alcohol y otras sustancias estimulantes después la respuesta todavía está en el aire. Podemos afirmar, siempre con dudas, que en todo caso, depende de la idiosincrasia de cada uno.

El protagonista de nuestra historia tenía todo lo que otros pueden desear, e incluso lo que otros pueden entender por libertad. Dinero, sobre todo dinero, que le daba acceso a todo un elenco de lujos materiales. Fama e influencia que le abría puertas cerradas para casi todos. Tenía pues libertad para hacer lo que le diera la gana

Pero había algo que le comía por dentro, cuando pasaba por la calle, ver a los vecinos tranquilamente con su café leyendo el periódico sentados en un bar. Gente por el parque paseando o haciendo footing sin que nadie les molestase. Este tipo de pequeños detalles eran lo que ansiaba sobre todas las cosas: el hecho de no ser abordado por la calle, que la gente no se volviera para mirarle, poder mezclarse con la gente como uno más y pasar desapercibido. Cada vez que se dirigía a un comercio o a la ventanilla de un organismo público la sensación de angustia crecía por momentos, y se sentía reconfortado cuando la persona que le atendía, bien por educación, bien por desconocimiento, no le hacía ningún comentario sobre su última película.

Muchas veces había intentado hacer otro tipo de cine, el llamado de autor, para minorías, pero en estos casos, a pesar de que la gente le paraba menos por la calle, los que lo hacían eran unos auténticos pesados, intentando diseccionar su obra. Además, su ausencia casi total de vida social, no le daba para muchos argumentos imaginativos.

Cuando llegó a casa se sentó delante del ordenador y escribió “El Hombre Invisible III”, y pensó: “Al menos que mis personajes sean libres, aunque se encuentren perdidos”.

Reuben Ferdinandson


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LA ISLA

Tras varios días sin fregar los cacharros había que hacer algo, así que decidió salir a la calle y olvidarse de todo. Se tragó 100 capítulos de Lost en una semana y empezó a reflexionar sobre la existencia, sobre su propia existencia. Tan sólo el alcohol le había animado a replantearse su vida hasta entonces.

Mientras caminaba veía pasar los vehículos y las gentes del lugar. Era invisible para ellos. Esta mezcla de soledad y libertad le confundía. Recordaba las palabras de su padre: “estamos solos en el mundo”.

Siguió caminando para huir de sí mismo y así poder encontrarse de nuevo.

Lo primero que debía hacer era aceptar una cuestión. Es difícil de digerir que la existencia humana no tenga ninguna razón de ser. Cuando llegamos no somos necesarios pero cuando nos vamos no somos imprescindibles. Empezaba a entender la actitud de algunos personajes de la serie.

La idiosincrasia de cada uno es única, irrepetible, maravillosa, insustituible pero totalmente prescindible y sólo la echarán de menos quienes forman parte de tu entorno. ¿Quién recuerda cómo eran en realidad los personajes históricos, cómo era su personalidad, su sonrisa, sus sentimientos? Todo ello se lo llevaron quienes compartieron momentos a su lado.

Y se dio cuenta de que en realidad todos los personajes de la serie estaban perdidos en sus vidas y la isla les dio la oportunidad de encontrarse.

Empezó a dudar si tenía algún sentido martirizarse con lo inevitable y tomó una decisión, se olvidaría de todo y escribiría un cuento para compartir con quienes daban sentido a su vida.

Lewis M. Santa Claus-Green


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(miércoles por la noche)

Salgo por la puerta dando un tropezón y me asalta la duda. ¿Por qué he venido? ¿Era champán lo que nos han servido? Es la primera vez que, tras una fiesta, tengo necesidad de esconderme tras el alcohol. Yo siempre tan gracioso, tan ocurrente, tan dueño de la situación, con la idiosincrasia que me ha hecho famoso entre el género femenino. Tan superficial. La bebida siempre me ha dado un toque especial y me ha ayudado a salir de situaciones comprometidas con las mujeres… Pero hoy no.

Hoy quiero ser invisible para el mundo. Quiero formar parte de la tribu de los perdidos, de los que realmente no saben hacia dónde ir, de los que no tienen la libertad de saber qué hacer. La tribu a la que quizás haya pertenecido en esta parte del mundo, sin saberlo, o sin saberlo reconocer. Las copas de esta noche y el día de hoy me han golpeado con furia.

(6 horas antes, hablando por teléfono)

- Sí, está de viaje en el proyecto de cooperación, contentísima, la verdad. Hablé con ella hace un par de días y está entusiasmada con el plan de ayuda. La llamé esta mañana pero todavía no he podido hablar con ella, no sé qué ocurre con su móvil. También la intenté localizar a través del teléfono de la ONG pero está todo bloqueado. Estoy un poco preocupado, la verdad. (pausa). Ya, sí, vuelve en dos semanas. Ostras, la echo de menos, ¿sabes? Pero bueno, esta noche tenemos la fiesta de Juan ¿vas, no? (pausa) Pues la verdad es que volveré pronto, a ver si sí que la pillo por teléfono y me cuenta todo. Allí son seis horas menos que aquí. (pausa). Sí, sí, estamos muy bien, ¡llevamos juntos un mes! (pausa) Ya lo sé, es raro en mí, pero… acostúmbrate, (con cierta ironía) ¡será el amor!

- (voz del telediario de fondo): Las autoridades haitianas temen que decenas de miles de personas hayan muerto sepultadas bajo los escombros de los cientos de edificios -viviendas, escuelas y hospitales- que se vinieron abajo como castillos de naipes en Puerto Príncipe, azotadas por el terremoto que asoló Haití el martes por la noche y que ya se considera el más destructivo de los últimos 200 años en la isla caribeña.

Irene R. Berry


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