domingo, 7 de febrero de 2010

cuentos del 21.01.10


Palabras: jabato, riesgo, dificultad, complejo, excipiente


VINO PARA QUEDARSE

Enciendo la tele e intento buscar algo que me entretenga. Observo las imágenes de un programa absurdo y me siento totalmente ajeno a la ferviente alegría que parece correr por las venas de toda esa gente. Apago la tele y comienzo a leer el décimo cómic de “El jabato”. Hace seis horas que me he comprado la colección entera y, desde entonces, he sido incapaz de dejar de leer.

Miro hacia la mesa y veo toda la documentación necesaria para redactar la ponencia sobre los excipientes, más comunes, utilizados en antihistamínicos de proyección dos. Estoy cabreado porque sé que me han encargado la charla más aburrida de toda la conferencia pero, por otro lado, me siento tranquilo porque, también sé, que lo prepararé sin dificultad, en cualquier rato.

Los días pasan rápido. Soy, algo consciente, de que me estoy obsesionando. Leo sin parar. Apenas como, duermo poco y, en el trabajo me escaqueo para avanzar algunas páginas. Mañana es la conferencia y todavía me faltan veinte comics por leer.

Durante el viaje en avión devoró varios números pero, al traer la comida, dejo de leer e, inevitablemente, mi mente se dispersa hacia mi recurrente paranoia personal. Me propongo a mí mismo cambiar, asumir algún riesgo en mi vida y acabar con la monotonía que me tiene absorbido en un complejo círculo cerrado. Pienso en diferentes opciones pero todas me parecen banales y, entonces, sólo entonces, me doy cuenta de que mi única ilusión es acabar de leer esos comics. Una sensación de fragilidad acompañada de una tristeza profunda me invade por dentro y, por ello, llego al hotel sintiendo un peso extra sobre mi cuerpo. Me enfrasco en la lectura de los comics y acabo el último justo a tiempo. Me doy una ducha rápida y salgo hacia el palacio de congresos.

Allí todo trascurre según lo esperado. Habló y habló pero, cuando me dispongo a abrir un archivo para mostrar unos gráficos, en la pantalla sale proyectada, en primerísimo plano, la imagen de “El jabato”. No doy crédito a lo que veo. Doy un paso hacia atrás, pierdo el color, siento cómo la sangre abandonaba mi cuerpo cubierto ahora de un sudor frío y, a la vez que me aflojo la corbata, comienzo a ver unas luces blancas.

Cuando abro los ojos no puedo ver con claridad. Parpadeo y, cuando por fin consigo enfocar la imagen, lo único que alcanzo a ver es al protagonista de “El jabato” dándome aire con un cartoncillo.

Hoy, tres meses después de aquello, todavía sigue conmigo pero, ya no me asusta, porque sé que vino para quedarse.

Alice Verger


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Salió hecho un jabato. El riesgo y la dificultad de la tarea le resultaban complejos, pero sabía que, por mucho excipiente que apareciera en el prospecto, las pastillas que le habían mandado funcionarían. “Hoy se enteran, hoy se enteran, es que me los cargo”.

Irene R. Berry


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La cosa está mu chunga. No se me ocurre nada y corro el riesgo de que sea jueves por la noche y no consiga acabar con lo que me había propuesto.

Sudando como un jabato, intento concentrarme, o no,… mejor evadirme, o… quizás perderme en mis pensamientos…, no sé, …en definitiva busco un qué sé yo, …yo qué sé, que me ayude a superar esta dificultad.

Es complejo forzar la inspiración, tanto es así, que…como muchos habréis experimentado en alguna que otra ocasión…, ese acto puede provocar dolor de cabeza, fatiga, vómitos, insomnio, visión borrosa, convulsiones y espasmos…, vamos, lo que se dice malestar general. Y ahí estaba yo, con un Espidifen en la mano, y pensando qué coño voy a escribir. Miro el prospecto buscando alguna palabra, una luz que encienda la caverna oscura en que se había convertido mi sesera, y entonces...”excipientes”, pero… qué demonios, experimenté algo excitante, extraordinario. Estaba extremadamente exultante, porque mi tiempo había expirado y ya no necesitaba excusas para presentarme allí como cada jueves, ya que mejor o peor, había conseguido mi objetivo, aunque de una manera excéntrica acababa de terminar mi extraño cuento.

Bethlehem Martinson


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LA ASAMBLEA

¡Compañeros, compañeras, el motivo de esta asamblea extraordinaria del Sindicato de Superhéroes Españoles es debatir las medidas a tomar ante la amenaza que se cierne sobre nosotros! – dijo el Jabato, abriendo la sesión en calidad de presidente. Como ya sabéis, desde hace unos años somos víctimas de una invasión de series, cómics y películas norteamericanas. El asunto es complejo, por eso, no he querido tomar ninguna decisión por mi cuenta y he decidido someterlo a la voluntad de la mayoría.

Todo comenzó unos años atrás, cuando el Capitán Trueno hizo llegar a mi despacho una carta en la que explicaba que un toxicómano estadounidense se había tomado unas pastillas chungas con un excipiente desconocido, se había vuelto verde y desde entonces se le conocía como el increíble Hulk.

En ese momento pidió la palabra el Guerrero del Antifaz: “No sabéis lo mal que me he sentido viéndome desplazado por el imbécil de Superman, cuyo único disfraz eran una gafas normales y corrientes, pero claro es que el público es gilipollas, vamos que no darse cuenta de que Clark Kent y él son el mismo, no me jodas, como si nadie reconociéramos a los amigos miopes cuando se ponen lentillas, es como si Manolito Gafotas se convirtiera en el Piraña de Verano Azul.

El Jabato retomó su discurso: Bien, amigos, todos tenemos anécdotas que contar, ¿quién no se acuerda del Equipo A, pegando tiros y tiros sin matar a nadie? Pero el objeto de nuestra reunión es otro, tenemos que decidir las acciones a emprender para detener esta invasión. La operación que tengo en mente entraña una gran dificultad. Se trata de luchar contra corriente para detener esta ola cultural norteamericana, por tanto propongo prestar gratuitamente nuestra imagen para promocionar bares de tapas y frenar la expansión del McDonalds, y así, al mismo tiempo, reduciremos el riesgo de enfermedades cardiovasculares y acabaremos con la obesidad infantil. Si os parece la llamaremos Operación Bocata de Calamares.

Ante este gran derroche de oratoria y capacidad verbal del Jabato, la moción fue aprobada por unanimidad

Reuben Ferdinandson


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LA REINA DEL CIELO

El amanecer, ese primer encuentro con el astro rey me inunda de energía a pesar del frío de la mañana.

A esta altura las cosas se ven diferentes, me siento la reina del mundo con mis guardaespaldas y mi pequeño escudero.

La estampa de mi padre es impresionante, sus poderosas manos someten a cuantos pasan ante él, y el resto huyen como jabatos.

Él siempre me dice que la vida sin riesgo no es vida. Que debo afrontar las dificultades sin complejos. Que si yo creo en él, él cree en mí.

Tanto mi madre como él nos siguen alimentando. Ellos les aportan los excipientes necesarios a los alimentos que ingerimos. Pero el chollo se nos acaba y pronto tendremos que abandonar el nido.

Es el día más importante de mi vida, tras semanas de preparación bajo la supervisión de mi madre, debo lanzarme al vacío. Mis padres están preparados para izarme si las cosas no salen como deben, pero yo sé que puedo hacerlo. Salto...

Mis ojos se llenan de lágrimas por la velocidad del viento y mi corazón late a doscientas pulsaciones... estoy volando. Es un momento indescriptible, veo el mundo bajo mis pies y cierro los ojos... me siento libre.

Al volver me felicitan pero ahora toca la parte más difícil: aprender a cazar. Tengo buenos profesores y seguro que aprenderé rápido.

Ha pasado un mes y mi hermano está preparado para enfrentarse al abismo. Sin embargo mi madre está nerviosa, sus ojos han captado algo que la mantiene inquieta. Mi padre regresa con un conejo en su pico, al soltarlo nos señala el norte. Es la primera vez que los veo pero no será la última en mi vida. Entre la maleza, a cuatrocientos metros bajo nuestro nido, avanzan sin descanso un grupo de asesinos despiadados. Su único afán es alimentar su ego aniquilando a mi familia.

La cueva en la montaña, hasta ahora un refugio seguro, se ha convertido en una cárcel, una trampa mortal donde mi hermano es presa fácil. Pero, como decía mi abuelo: la familia unida jamás será vencida. Decidimos dividirnos para protegerle y yo elijo el camino más arriesgado. Mi vuelo rasante provoca una lluvia de balas y perdigones que silvan a mi alrededor haciendo añicos el aire. Si Tarantino lo viera me contrataría para la segunda parte de Pulp Fiction.

Esta vez se han ido y podremos seguir disfrutando de algo que ellos jamás tendrán, libertad.

Lewis M. Santa Claus-Green


cuentos del 14.01.10


Palabras: alcohol, invisible, libertad, idiosincrasia, perdidos, duda

YUN

Cuando el sol se escondió detrás de los edificios Yun supo que era la hora de volver a casa. Por el camino fue pensando las noticias que iba a contar a sus compañeras ya que, todas las noches, se reunían después de cenar y ella les relataba lo más interesante que había logrado descubrir ese día. De esta manera, todas aprendían cosas nuevas y, por ello, habían conseguido ser la colonia de hormigas negras más culta de todo el parque.

Yun era una hormiga obrera común pero, estaba exenta de trabajar buscando comida, porque nació con la cabeza más grande de lo normal y, cada vez que cogía una miguita de pan, basculaba hacia adelante necesitando la ayuda de, al menos, dos compañeras para incorporarse. Por esta razón, la colonia de hormigas decidió que no trabajase e invirtiese su tiempo explorando el entorno. Esta libertad extra molestó a algunas compañeras que quisieron putear a nuestra querida amiga minando con dudas la decisión previamente tomada pero Yun, que era bastante lista, les puso un poco de alcohol en las miguitas de pan y , cuando fueron a protestar, ni se acordaban de qué querían decir, anduvieron dando tumbos y estuvieron perdidas durante dos días. Nadie supo nunca que había hecho desaparecer a esas petardas pero, lo que sí es cierto, es que la colonia, durante el tiempo en el que estuvieron ausentes e invisibles, descansó gratamente.

Yun llegó al hormiguero contenta. Se lavó su supercabeza y las antenas y se fue a cenar. Hoy tocaba una miguita de pan de bocata de chorizo y otra de donuts. ¡Qué rico!

Cuando todas terminaron, Yun comenzó a explicar lo que había aprendido ese día.

- Hoy en el parque subí por la pata de un banco y escuché hablar a dos niños.

En el cole les habían puesto deberes y los estaban haciendo allí. Hay una palabra nueva que debemos aprender. Es “idiosincrasia”. El profe les dijo que la buscasen en el diccionario pero, ellos dijeron que no hacía falta porque está claro que idiosincrasia quiere decir: idiota y sin gracia.

Y así fue cómo la colonia de hormigas negras más culta de todo el parque incorporó, a su ya amplio vocabulario, la palabra idiosincrasia. Y colorín colorado este cuento se ha acabado.

Alice Verger


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EL REENCUENTRO

Allí estaba yo, en un lugar extraño, muy lejano a mi hogar, en el que sólo podía sentir añoranza. Decidí que en vez de seguir siendo una pieza invisible en ese puzle, debía empezar a dejarme llevar e internarme en la idiosincrasia de sus gentes.

Entonces es cuando entré en aquel tugurio oscuro en el que parecía que nunca había entrado un haz de luz. Apestaba a alcohol y a tabaco. En ese momento le encontré.

Aquel hombre que apoyaba su codo en la barra esperando un triste vaso de whisky barato, me resultaba familiar.

Estuve esperando hasta que apuró su copa y me sobrevino el impulso de seguirle. Y así lo hice. Anduve tras él por aquellos callejones oscuros de la ciudad. Entonces me asaltó una duda: ¿Había valido la pena todo aquello?. En ese momento, miré la pared que estaba frente a mí y leí: calle Libertad. Mi cara cambió de color repentinamente cuando verifiqué lo que tanto temía, y a la vez ansiaba…Ese hombre se trataba de mi padre, al que había estado buscando durante años y del que sólo conocía su calle, pero no la ciudad en la que habitaba.

Lo más vergonzoso de todo era que no tuve el valor suficiente para llamar a su puerta. Me sentía perdido ante aquella situación tan dantesca.

Finalmente decidí volver a la habitación de mi hotel. Después de una larga noche de insomnio concluí que debía enterrar el pasado, de la misma forma que él había enterrado el poco recuerdo que podría tener de mí.

Bethlehem Martinson


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INVISIBLE

Desde el inicio de los tiempos, la humanidad nunca ha dejado de preguntarse, ¿Qué es la libertad? Muchos filósofos, litros de alcohol y otras sustancias estimulantes después la respuesta todavía está en el aire. Podemos afirmar, siempre con dudas, que en todo caso, depende de la idiosincrasia de cada uno.

El protagonista de nuestra historia tenía todo lo que otros pueden desear, e incluso lo que otros pueden entender por libertad. Dinero, sobre todo dinero, que le daba acceso a todo un elenco de lujos materiales. Fama e influencia que le abría puertas cerradas para casi todos. Tenía pues libertad para hacer lo que le diera la gana

Pero había algo que le comía por dentro, cuando pasaba por la calle, ver a los vecinos tranquilamente con su café leyendo el periódico sentados en un bar. Gente por el parque paseando o haciendo footing sin que nadie les molestase. Este tipo de pequeños detalles eran lo que ansiaba sobre todas las cosas: el hecho de no ser abordado por la calle, que la gente no se volviera para mirarle, poder mezclarse con la gente como uno más y pasar desapercibido. Cada vez que se dirigía a un comercio o a la ventanilla de un organismo público la sensación de angustia crecía por momentos, y se sentía reconfortado cuando la persona que le atendía, bien por educación, bien por desconocimiento, no le hacía ningún comentario sobre su última película.

Muchas veces había intentado hacer otro tipo de cine, el llamado de autor, para minorías, pero en estos casos, a pesar de que la gente le paraba menos por la calle, los que lo hacían eran unos auténticos pesados, intentando diseccionar su obra. Además, su ausencia casi total de vida social, no le daba para muchos argumentos imaginativos.

Cuando llegó a casa se sentó delante del ordenador y escribió “El Hombre Invisible III”, y pensó: “Al menos que mis personajes sean libres, aunque se encuentren perdidos”.

Reuben Ferdinandson


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LA ISLA

Tras varios días sin fregar los cacharros había que hacer algo, así que decidió salir a la calle y olvidarse de todo. Se tragó 100 capítulos de Lost en una semana y empezó a reflexionar sobre la existencia, sobre su propia existencia. Tan sólo el alcohol le había animado a replantearse su vida hasta entonces.

Mientras caminaba veía pasar los vehículos y las gentes del lugar. Era invisible para ellos. Esta mezcla de soledad y libertad le confundía. Recordaba las palabras de su padre: “estamos solos en el mundo”.

Siguió caminando para huir de sí mismo y así poder encontrarse de nuevo.

Lo primero que debía hacer era aceptar una cuestión. Es difícil de digerir que la existencia humana no tenga ninguna razón de ser. Cuando llegamos no somos necesarios pero cuando nos vamos no somos imprescindibles. Empezaba a entender la actitud de algunos personajes de la serie.

La idiosincrasia de cada uno es única, irrepetible, maravillosa, insustituible pero totalmente prescindible y sólo la echarán de menos quienes forman parte de tu entorno. ¿Quién recuerda cómo eran en realidad los personajes históricos, cómo era su personalidad, su sonrisa, sus sentimientos? Todo ello se lo llevaron quienes compartieron momentos a su lado.

Y se dio cuenta de que en realidad todos los personajes de la serie estaban perdidos en sus vidas y la isla les dio la oportunidad de encontrarse.

Empezó a dudar si tenía algún sentido martirizarse con lo inevitable y tomó una decisión, se olvidaría de todo y escribiría un cuento para compartir con quienes daban sentido a su vida.

Lewis M. Santa Claus-Green


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(miércoles por la noche)

Salgo por la puerta dando un tropezón y me asalta la duda. ¿Por qué he venido? ¿Era champán lo que nos han servido? Es la primera vez que, tras una fiesta, tengo necesidad de esconderme tras el alcohol. Yo siempre tan gracioso, tan ocurrente, tan dueño de la situación, con la idiosincrasia que me ha hecho famoso entre el género femenino. Tan superficial. La bebida siempre me ha dado un toque especial y me ha ayudado a salir de situaciones comprometidas con las mujeres… Pero hoy no.

Hoy quiero ser invisible para el mundo. Quiero formar parte de la tribu de los perdidos, de los que realmente no saben hacia dónde ir, de los que no tienen la libertad de saber qué hacer. La tribu a la que quizás haya pertenecido en esta parte del mundo, sin saberlo, o sin saberlo reconocer. Las copas de esta noche y el día de hoy me han golpeado con furia.

(6 horas antes, hablando por teléfono)

- Sí, está de viaje en el proyecto de cooperación, contentísima, la verdad. Hablé con ella hace un par de días y está entusiasmada con el plan de ayuda. La llamé esta mañana pero todavía no he podido hablar con ella, no sé qué ocurre con su móvil. También la intenté localizar a través del teléfono de la ONG pero está todo bloqueado. Estoy un poco preocupado, la verdad. (pausa). Ya, sí, vuelve en dos semanas. Ostras, la echo de menos, ¿sabes? Pero bueno, esta noche tenemos la fiesta de Juan ¿vas, no? (pausa) Pues la verdad es que volveré pronto, a ver si sí que la pillo por teléfono y me cuenta todo. Allí son seis horas menos que aquí. (pausa). Sí, sí, estamos muy bien, ¡llevamos juntos un mes! (pausa) Ya lo sé, es raro en mí, pero… acostúmbrate, (con cierta ironía) ¡será el amor!

- (voz del telediario de fondo): Las autoridades haitianas temen que decenas de miles de personas hayan muerto sepultadas bajo los escombros de los cientos de edificios -viviendas, escuelas y hospitales- que se vinieron abajo como castillos de naipes en Puerto Príncipe, azotadas por el terremoto que asoló Haití el martes por la noche y que ya se considera el más destructivo de los últimos 200 años en la isla caribeña.

Irene R. Berry


cuentos del 18.11.09


EL DÍA QUE DANIEL DIJO “NO”

El día que Daniel dijo “no” el cielo estaba cubierto de nubes, el viento soplaba desapacible y la temperatura no superaba los 10 grados. Ese día, la gente fue al trabajo y los niños al colegio. En los hospitales atendieron las consultas y operaron a pacientes. En las calles, había gente caminando, jubilados mirando las obras, repartidores aparcados en doble fila y adolescentes haciendo pellas. Una mujer se enteró de que estaba embarazada y maldijo su suerte, un hombre fue despedido del trabajo, un ladrón robó una cartera y una prostituta atendió a su primer cliente del día.

En la avenida de al lado, un perro abandonado buscó algo para comer, un hombre estrelló su coche contra una farola y un policía puso su primera multa del día.

En el aeropuerto, un avión despegó hacia París, un pasajero logró burlar el control policial y pasó un kilo de droga en su estómago, una mujer buscó entre la multitud y abrazó a su hijo después de dos años y, una pareja de seguridad aeroportuaria, se dio la mano por debajo de la mesa de los monitores mientras se sonreían tontamente, sin percatarse, por ello, de la navaja suiza que llevaba un hombre en la mochila.

Bastante más lejos de allí, una cigüeña encontró una suculenta culebra para desayunar, una ballena nadó, junto a su ballenato, en dirección a la Antártida y un lagarto, sobre una piedra al sol, se dio la vuelta para calentarse el costado derecho.

En ese mismo instante, al otro lado del planeta, los bomberos apagaban un fuego en una oficina, una mujer soñó, otra vez, que su novio era gay y, una niña tiró por la ventana el juguete preferido de su hermano.

Mientras todo esto sucedía, Daniel estaba en su casa. Su madre estaba escribiendo y su padre ya se había ido. Él estaba sentado en el suelo jugando con sus cosas. De repente, su madre lo cogió para llevárselo y él dijo: “no”. Ella, sorprendida, lo colmó de besos y lo dejo en el suelo para llamar por teléfono y contarle a su padre la que, al parecer, había sido su primera palabra.

Treinta y dos años después, Daniel estaba sentado en el banquillo de los acusados y, cuando el fiscal le preguntó si fue él el que asesinó a Gonzalo Solano Fuentes, también dijo: “no”, de una manera rotunda y convincente. En esta ocasión, su madre no llamó por teléfono a nadie, ni mostró ninguna señal de alegría porque, ella sabía, con certeza, que su hijo estaba mintiendo.

Alice Verger


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EL BOSQUE DE LOS REFUGIADOS

Corría el año 38 cuando Manuel y su familia vivían en un pueblo pequeño del norte de España. Era una situación difícil, pero él, como niño que era, no llegaba a darse cuenta de la gravedad del asunto.

Manuel salía todos los días a jugar con su amigo Benito que le esperaba en el pilón de la plaza. El mejor juego para ellos era correr hacia la parte alta del pueblo donde comenzaba el bosque de pinos y tirar piñazos a los nidos de oruga que se creaban en algunos árboles. Normalmente alguno caía originando un estallido de gusanos correteando por el suelo. Entonces, comenzó a soplar un viento cálido y seco. Los dos niños miraron hacia el cielo y vieron como se acercaban rápidamente unas nubes amenazadoras. Afortunadamente encontraron en el camino de vuelta al pueblo un solumbrajo donde refugiarse. Cayó un chaparrón de unos diez minutos.

A eso de las ocho llegó a casa un poco mojado. Su madre estaba preparando unas sopas de ajo, mientras su padre Luis volvía de la resina después de un duro día de trabajo. Cuando María le vio de esa guisa, le dieron ganas de plantarle una bofetada, pero se reprimió y pensó “sólo es un niño”, castigándole al día siguiente a ir con su padre a la resina.

Cuando amaneció su padre le despertó con tiento, le dio un chusco de pan y queso para el almuerzo y se lo llevó a la faena. A Manuel no le acababa de disgustar hacer ese trabajo. En realidad estaba en el bosque donde él siempre disfrutaba tanto. Una vez que llevaron toda la resina a las cubas, recogieron sus enseres para regresar a casa. Estaba anocheciendo en el bosque, cuando escucharon un ruido como si les estuvieran rodeando. Aparecieron cuatro hombres de entre la maleza. Uno de ellos agarró a Manuel, mientras otro, que parecía el cabecilla le dijo a Luis:

-“Compañero, no te asustes, sólo tenemos hambre….Haremos una cosa..Tráenos una hogaza de pan y te devolveremos a tu hijo, y no sufras por él, que le vamos a cuidar bien”.

Manuel estaba por supuesto asustado, pero a su vez sentía cierta tranquilidad al ver los ojos de su padre que le transmitía sosiego, quizás, porque no veía una amenaza real en esos hombres que simplemente estaban pasando penurias, y que además de alguna manera compartían ideas.

Mientras su padre marchaba, ellos comenzaron a andar hacía una gruta, que ni Benito, ni él habían descubierto nunca con sus juegos. Se quedó fascinado al ver que allí se escondían unas catorce personas. Todos le acogieron con cierta ternura, de hecho sabían que se trataba del hijo de Luis.

Al cabo de dos horas apareció la esperada hogaza de pan y así el padre pudo recuperar a su hijo.

Pasó el verano, y todo transcurría con normalidad. Era una noche de otoño cuando Manuel, Miguelín, María y Luís se acababan de comer las castañas que María había preparado en el hogar, cuando traquearon la puerta. Al abrir, María se quedó blanca como la nieve. Dos militantes falangistas, altos como torres, venían a por Luis para darle el “paseillo”. Al oír a su madre gritar y llorar desesperadamente, Manuel tenía la sensación de que nunca más volvería a ver a su padre.

Bethlehem Martinson


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ESPERANZA Y DESESPERANZA DE ESPERAR

Entramos, la luz es tenue y miramos hacia arriba. El metal carcomido, los agujeros sucios, el frío suelo. Hemos oído historias pero no queremos creerlas, hemos visto cosas pero nos negamos a asumirlas. El olor impregna toda la estancia, es asfixiante pero más aún por las imágenes que alumbran nuestra imaginación.

Nos han privado de toda libertad, dignidad e incluso ropa y nuestros cuerpos desnudos, antaño feudos de placer, se han convertido en figuras frágiles y temblorosas.

No me importa lo que hayan hecho mis antepasados, no me importa lo que harán mis hijos. Me ha tocado vivir este momento de la historia y yo soy inocente de los crímenes de mi familia, de mi cultura.

Quiero salir de aquí y ver amanecer, mirar al cielo y sentirme libre. Ojalá fuera un pájaro y pudiera emigrar allá donde la vida es pura, sin complicaciones políticas que nadie entiende, excepto los miserables que tienen poder.

Poder y locura es lo que nos aguardaba el aciago destino. Nuestra generación estaba marcada. ¿Por qué?, ¿qué hicimos para merecer este castigo de muerte? Las respuestas nos la dará un ser supremo en otra vida o simplemente quedarán escritas en nuestro epitafio para siempre.

Se apaga la luz y gritos ahogados inundan nuestro ánimo, es el fin…

Afortunadamente somos útiles para estos fanáticos, para estos zombis asesinos que soportan el hedor a muerte con una sonrisa.

Los agujeros derraman agua. Un líquido que me parece maravilloso en este momento. Me purifica y me llena el alma de ilusión.

Es la esperanza y desesperanza de esperar en Auschwitz, pero… ¿por cuánto tiempo?

Lewis M. Santa Claus-Green


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Sigue tu destino,

riega tus plantas,

ama tus rosas.

El resto es la sombra

de árboles ajenos.

La realidad

siempre es más o menos

de lo que nosotros queremos.

Sólo nosotros somos siempre

iguales a nosotros mismos.

Suave es vivir solo.

Grande y noble es siempre

vivir simplemente.

Deja el dolor en las aras

como exvoto a los dioses.

Mira de lejos la vida.

Nunca la interrogues.

Ella nada puede

decirte. La respuesta

está allende los dioses.

Mas serenamente

imita al Olimpo

en tu corazón.

Los dioses son dioses

porque no se piensan.

Fernando Pessoa (invitado especial a la sesión)

domingo, 31 de enero de 2010

cuentos del 11.11.2009


Palabras: verdad, tartamudo, cata, polvo, luna, vino, támpax, escoliosis, Júpiter


LA ESTRELLA FALLIDA

Admirando el cielo que anunciaba el crepúsculo, empecé a divagar sobre el propósito por el que yo me hallaba en este magnífico universo. No pude, por el momento, encontrar la respuesta, y me cubrió la penumbra.

La verdad es que es un mundo extraordinario en el que perderse y que todavía no he llegado a entender. Es tan impresionante y envolvente que te puede llegar a dejar tartamudo. Lo ideal sería hacer una cata de cada uno de los elementos que componen esa majestuosa oscuridad adornada de polvo cósmico

Era una noche de luna llena de Agosto cuando me sobrevino un pensamiento un tanto extraño….qué será de aquellos luceros cuando agotan su energía. Las constelaciones se agolpaban en la bóveda celeste ante mis ojos, entre ellas se encontraba la reciente descubierta Támpax, que podía ser vista teniendo como referencia la posición de la estrella Escoliosis, situada justo a la izquierda de la estrella del norte.

Júpiter me observaba y yo caía bajo su manto, abatida por el rey de todos los dioses. Entonces me di cuenta… a pesar de ser una estrella fallida, este gran planeta tiene un magnetismo especial que me lleva a imaginar cómo sería un sistema solar binario. Y si ese planeta, que era uno de los más importantes de nuestro universo, a pesar de ser una estrella malograda podría conseguir con un simple ”encendido” crear nuevas formas de vida , porqué una persona no se iba a sentir como parte más o menos importante dentro de este gran circo que es la vida.

Bethlehem Martinson


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PRIMOS

¡Qué vista tan maravillosa!

Desde luego que lo era, pero había que bajar a tierra firme. Normalmente no nos gustan los topetazos cuando debemos darnos cuenta de algo, preferimos un golpe amortiguado. Pero después de la experiencia, habría sido mejor un buen hostión antes de pasar tantas penurias.

Ellas lo sabían, no iba a ser fácil. Se pusieron en marcha y la de negro se plantó en el suelo cual zanahoria clavándose el tampax hasta el útero. Al llegar abajo diría que eran pinchos que le molestaban.

Momentazo estelar para la cabra humana que dejó, no sólo su huella, sino parte de sus suelas por el camino.

El repartidor de embutidos aún sigue buscando “lo que el viento se llevó”.

El vasco no se quedó atrás gracias a la amabilidad de la cabra, porque si es por él aún estamos esperando a que recobre el resuello. Quería llevar arena pero a cambio llevó una mochila llena de piedras. Sería nostalgia.

El pantalón fucsia se convirtió en el arco iris tras aprender a caminar como gato panza arriba. Ella lo tenía claro, el bucólico paseo por el campo se lo podían haber metido por el culo. ¿Qué coño pintaba ella en aquel lugar? Después de sufrir torceduras, resbalones, arañazos, cortes en las manos y pedir a Júpiter, a Saturno, a la Luna y a su puta madre que terminara aquel calvario, vio como su columna iba sufriendo una escoliosis galopante.

Aunque para galopante el espejismo que llego a sufrir alguna cuando creyó que aquel mar de piedras se había convertido en un rápido. Y desde luego que bajó rápido, tanto que se le metió polvo hasta en el duodeno.

Al llegar abajo éramos un grupo de tartamudos dando gracias al idiota que quería andar y luego se fue en un BMW.

Curamos nuestras heridas con un buen vino y…

…de verdad ¿a quién no le apetece repetir?

Lewis M. Santa Claus-Green


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TANTAS COSAS

Tantas cosas cambiaría, si yo fuese ministra o conductor de autocar, tantas cosas cambiaría. De nada sirve quejarse, la verdad, si una no actúa. Pero una se acomoda, hace como otros y acaba adoptando una postura escoliosística que no veas. ¿Por qué nos reímos cuando una persona tartamudea? Si nos secamos con toallas limpias cuando estamos limpios, ¿Por qué lavamos las toallas? Un profesor mío que tuve en secundaria solía relatar que las personas cambian de mayores y entonces se arrepienten de no haber aprovechado más el tiempo, o mejor, vamos, de no haber estudiado más. ¿Por qué no fabrican los támpax de color rojo? Y la caja negra, ¿Por qué no fabrican los aviones del mismo material y así no fallecería tanta gente?

Los ensayos son tan literarios como las novelas, pero sin embargo no los llaman definitivos, es porque quizá sean un punto de rugby.

Dicen que el polvo del universo es una prueba que demuestra que el Big Bang fue una gran follada. Además, los planetas responden a nombres griegos sacados de los días de la semana, Júpiter, jueves, ¿o fue al revés?

Yo cambiaría, la forma del concurso por palabras a concurso por concepto o ideas. O las estaciones, o el frío, quizá también quitaría los perros de Edu o las palabrotas de Alicia, las caras impasibles de Rubén, las carcajadas fuera de tono de Natalia, los rizos de la Belén, el sueño de Luismi, los vestidos de Cata o que Irene no llegue a la altura de la mesa.

Y si los políticos tuviesen que ir a la cárcel por cada mentira mi amigo de Madrid se convertiría en profeta. A él le gusta brindar con vino del caro cada vez que tenemos luna llena, de esta manera puede seguir soñando. Sin embargo, en uno de los capítulos de El Principito, éste llega a un planeta desconocido donde el único habitante es farolero y dado que el planeta es minúsculo (¿no será un asteroide?) el día y la noche tardan en sucederse unos segundos y el pobre hombre no se dedica a otra cosa que a encenderlo y apagarlo. Pues eso, pobre hombre, pobre vida, él seguro que diría: TANTAS COSAS CAMBIARÍA . . . Me recuerda a un personaje de una serie donde tiene que introducir unos códigos en una computadora cada cierto espacio de tiempo y nunca puede dormir ocho horas seguidas, por ejemplo, y ya debería de haberse vuelto Lock, digo loco.

Edward Castle


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ÉL Y ELLA

Él era alto, moreno, inteligente, atractivo y algo tartamudo.

Ella era guapa, culta, con carisma, cara de ángel y un poco de escoliosis.

Era un jueves por la noche. Él pensó, esa misma mañana, que era la noche perfecta para ir a la exposición y la cata de vinos que se celebraría después.

Ella lo tenía decidido desde hacía ya una semana.

Él aparcó su coche a dos calles del edificio Mapfre.

Ella fue andando, disfrutando de la noche, de la luna y de la excelente temperatura que ofrecía aquel mes de octubre.

En la exposición no había nadie. Quizá era demasiado pronto. Ella observó, largo tiempo, un cuadro de Júpiter y, la representación del polvo cósmico, la dejó impresionada.

Él le descubrió a ella en el fondo de una sala desierta y quedó, por un momento, paralizado.

Ella intuyó que había alguien y se giró para mirar pero, sólo alcanzó a ver la ilusión de un cuerpo que se esfuma.

Él ocupó un lugar privilegiado para verla a ella, sin que ella, pudiera verlo a él.

Ella le buscó y, le encontró detrás de una columna, como un niño que juega al escondite y espera no ser descubierto.

Ella y él se miraron a los ojos y, sin hablar, se dijeron todo aquello que llevaban dentro. Él le ofreció su mano y ella la agarró con fuerza. Los dos corrieron y se adentraron en una sala a oscuras por una puerta privada. Ella pensó si aquello estaba sucediendo de verdad y él tuvo que pellizcarse varias veces para comprobar que no estaba soñando.

Ella tiró el bolso al suelo y se le cayeron los tampax.

Él se quitó la chaqueta y los zapatos al mismo tiempo, demostrando una habilidad extrema.

Ella le quitó la camisa con lentitud pero sin pausa.

Él recorrió su boca y su cuello descubriendo, a tientas, su cálido y acogedor cuerpo.

Ella hizo lo mismo, explorando cada rincón, impregnándose de su olor y haciéndolo suyo.

Y así, de esta manera, en aquel lugar y en ese instante, ambos se amaron y disfrutaron de un polvo que recordarían el resto de sus vidas.

Alice Verger