domingo, 7 de febrero de 2010

cuentos del 21.01.10


Palabras: jabato, riesgo, dificultad, complejo, excipiente


VINO PARA QUEDARSE

Enciendo la tele e intento buscar algo que me entretenga. Observo las imágenes de un programa absurdo y me siento totalmente ajeno a la ferviente alegría que parece correr por las venas de toda esa gente. Apago la tele y comienzo a leer el décimo cómic de “El jabato”. Hace seis horas que me he comprado la colección entera y, desde entonces, he sido incapaz de dejar de leer.

Miro hacia la mesa y veo toda la documentación necesaria para redactar la ponencia sobre los excipientes, más comunes, utilizados en antihistamínicos de proyección dos. Estoy cabreado porque sé que me han encargado la charla más aburrida de toda la conferencia pero, por otro lado, me siento tranquilo porque, también sé, que lo prepararé sin dificultad, en cualquier rato.

Los días pasan rápido. Soy, algo consciente, de que me estoy obsesionando. Leo sin parar. Apenas como, duermo poco y, en el trabajo me escaqueo para avanzar algunas páginas. Mañana es la conferencia y todavía me faltan veinte comics por leer.

Durante el viaje en avión devoró varios números pero, al traer la comida, dejo de leer e, inevitablemente, mi mente se dispersa hacia mi recurrente paranoia personal. Me propongo a mí mismo cambiar, asumir algún riesgo en mi vida y acabar con la monotonía que me tiene absorbido en un complejo círculo cerrado. Pienso en diferentes opciones pero todas me parecen banales y, entonces, sólo entonces, me doy cuenta de que mi única ilusión es acabar de leer esos comics. Una sensación de fragilidad acompañada de una tristeza profunda me invade por dentro y, por ello, llego al hotel sintiendo un peso extra sobre mi cuerpo. Me enfrasco en la lectura de los comics y acabo el último justo a tiempo. Me doy una ducha rápida y salgo hacia el palacio de congresos.

Allí todo trascurre según lo esperado. Habló y habló pero, cuando me dispongo a abrir un archivo para mostrar unos gráficos, en la pantalla sale proyectada, en primerísimo plano, la imagen de “El jabato”. No doy crédito a lo que veo. Doy un paso hacia atrás, pierdo el color, siento cómo la sangre abandonaba mi cuerpo cubierto ahora de un sudor frío y, a la vez que me aflojo la corbata, comienzo a ver unas luces blancas.

Cuando abro los ojos no puedo ver con claridad. Parpadeo y, cuando por fin consigo enfocar la imagen, lo único que alcanzo a ver es al protagonista de “El jabato” dándome aire con un cartoncillo.

Hoy, tres meses después de aquello, todavía sigue conmigo pero, ya no me asusta, porque sé que vino para quedarse.

Alice Verger


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Salió hecho un jabato. El riesgo y la dificultad de la tarea le resultaban complejos, pero sabía que, por mucho excipiente que apareciera en el prospecto, las pastillas que le habían mandado funcionarían. “Hoy se enteran, hoy se enteran, es que me los cargo”.

Irene R. Berry


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La cosa está mu chunga. No se me ocurre nada y corro el riesgo de que sea jueves por la noche y no consiga acabar con lo que me había propuesto.

Sudando como un jabato, intento concentrarme, o no,… mejor evadirme, o… quizás perderme en mis pensamientos…, no sé, …en definitiva busco un qué sé yo, …yo qué sé, que me ayude a superar esta dificultad.

Es complejo forzar la inspiración, tanto es así, que…como muchos habréis experimentado en alguna que otra ocasión…, ese acto puede provocar dolor de cabeza, fatiga, vómitos, insomnio, visión borrosa, convulsiones y espasmos…, vamos, lo que se dice malestar general. Y ahí estaba yo, con un Espidifen en la mano, y pensando qué coño voy a escribir. Miro el prospecto buscando alguna palabra, una luz que encienda la caverna oscura en que se había convertido mi sesera, y entonces...”excipientes”, pero… qué demonios, experimenté algo excitante, extraordinario. Estaba extremadamente exultante, porque mi tiempo había expirado y ya no necesitaba excusas para presentarme allí como cada jueves, ya que mejor o peor, había conseguido mi objetivo, aunque de una manera excéntrica acababa de terminar mi extraño cuento.

Bethlehem Martinson


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LA ASAMBLEA

¡Compañeros, compañeras, el motivo de esta asamblea extraordinaria del Sindicato de Superhéroes Españoles es debatir las medidas a tomar ante la amenaza que se cierne sobre nosotros! – dijo el Jabato, abriendo la sesión en calidad de presidente. Como ya sabéis, desde hace unos años somos víctimas de una invasión de series, cómics y películas norteamericanas. El asunto es complejo, por eso, no he querido tomar ninguna decisión por mi cuenta y he decidido someterlo a la voluntad de la mayoría.

Todo comenzó unos años atrás, cuando el Capitán Trueno hizo llegar a mi despacho una carta en la que explicaba que un toxicómano estadounidense se había tomado unas pastillas chungas con un excipiente desconocido, se había vuelto verde y desde entonces se le conocía como el increíble Hulk.

En ese momento pidió la palabra el Guerrero del Antifaz: “No sabéis lo mal que me he sentido viéndome desplazado por el imbécil de Superman, cuyo único disfraz eran una gafas normales y corrientes, pero claro es que el público es gilipollas, vamos que no darse cuenta de que Clark Kent y él son el mismo, no me jodas, como si nadie reconociéramos a los amigos miopes cuando se ponen lentillas, es como si Manolito Gafotas se convirtiera en el Piraña de Verano Azul.

El Jabato retomó su discurso: Bien, amigos, todos tenemos anécdotas que contar, ¿quién no se acuerda del Equipo A, pegando tiros y tiros sin matar a nadie? Pero el objeto de nuestra reunión es otro, tenemos que decidir las acciones a emprender para detener esta invasión. La operación que tengo en mente entraña una gran dificultad. Se trata de luchar contra corriente para detener esta ola cultural norteamericana, por tanto propongo prestar gratuitamente nuestra imagen para promocionar bares de tapas y frenar la expansión del McDonalds, y así, al mismo tiempo, reduciremos el riesgo de enfermedades cardiovasculares y acabaremos con la obesidad infantil. Si os parece la llamaremos Operación Bocata de Calamares.

Ante este gran derroche de oratoria y capacidad verbal del Jabato, la moción fue aprobada por unanimidad

Reuben Ferdinandson


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LA REINA DEL CIELO

El amanecer, ese primer encuentro con el astro rey me inunda de energía a pesar del frío de la mañana.

A esta altura las cosas se ven diferentes, me siento la reina del mundo con mis guardaespaldas y mi pequeño escudero.

La estampa de mi padre es impresionante, sus poderosas manos someten a cuantos pasan ante él, y el resto huyen como jabatos.

Él siempre me dice que la vida sin riesgo no es vida. Que debo afrontar las dificultades sin complejos. Que si yo creo en él, él cree en mí.

Tanto mi madre como él nos siguen alimentando. Ellos les aportan los excipientes necesarios a los alimentos que ingerimos. Pero el chollo se nos acaba y pronto tendremos que abandonar el nido.

Es el día más importante de mi vida, tras semanas de preparación bajo la supervisión de mi madre, debo lanzarme al vacío. Mis padres están preparados para izarme si las cosas no salen como deben, pero yo sé que puedo hacerlo. Salto...

Mis ojos se llenan de lágrimas por la velocidad del viento y mi corazón late a doscientas pulsaciones... estoy volando. Es un momento indescriptible, veo el mundo bajo mis pies y cierro los ojos... me siento libre.

Al volver me felicitan pero ahora toca la parte más difícil: aprender a cazar. Tengo buenos profesores y seguro que aprenderé rápido.

Ha pasado un mes y mi hermano está preparado para enfrentarse al abismo. Sin embargo mi madre está nerviosa, sus ojos han captado algo que la mantiene inquieta. Mi padre regresa con un conejo en su pico, al soltarlo nos señala el norte. Es la primera vez que los veo pero no será la última en mi vida. Entre la maleza, a cuatrocientos metros bajo nuestro nido, avanzan sin descanso un grupo de asesinos despiadados. Su único afán es alimentar su ego aniquilando a mi familia.

La cueva en la montaña, hasta ahora un refugio seguro, se ha convertido en una cárcel, una trampa mortal donde mi hermano es presa fácil. Pero, como decía mi abuelo: la familia unida jamás será vencida. Decidimos dividirnos para protegerle y yo elijo el camino más arriesgado. Mi vuelo rasante provoca una lluvia de balas y perdigones que silvan a mi alrededor haciendo añicos el aire. Si Tarantino lo viera me contrataría para la segunda parte de Pulp Fiction.

Esta vez se han ido y podremos seguir disfrutando de algo que ellos jamás tendrán, libertad.

Lewis M. Santa Claus-Green


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